Y todo alumno que pecase de insubordinado visitará a la Directora, quien tendrá de guardianes tras su espalda a imponentes cuadros de póceres, héroes de la Patria que miran acusantes desde lo alto al sedicioso reo que faltó el respeto a la bandera, sagrada madre de todos los que bajo ella viven y mueren. Y será juzgado, condenado o deportado.
La educación encierra, coarta, lava los cerebros, obtura la creatividad, crea una manada inerte de animales domesticados al servicio del maestro y del padre, primero, y al servicio del patrón y del estado después. Introyectar la subordinación desde las primeras edades del individuo, formar una conciencia obediente, un objeto más que un sujeto, anestesiar la autonomía al máximo: esa es la tarea de la educación.
El poder necesita no solo de la policía para reproducir el status quo, sino también de aparatos de cohesión y coerción, para forjar súbditos, que no tengan como arma principal la violencia física o el castigo corporal, sino una trabajada, refinada y minuciosa forma de moldear individuos fieles al orden del capital, mucho más efectiva y duradera, ya que debe conseguir interiorizar la dominación hasta lograr el punto en que la personalidad se disuelva en la voluntad del dominador. Una de las instituciones que cumple esta tarea es la escuela que, estructurada jerárquicamente, moraliza e ideologiza a los niños con el solo fin de perpetuar las condiciones de desigualdad social garantizando la dominación y explotación del hombre sobre el hombre.
Los niños están condicionados y obligados a escuchar y obedecer al maestro. Una relación panóptica en el aula, que los maestros aprenden directamente en su formación como tales; una estructura arquitectónica imponente y carcelaria, el miedo del niño al ingresar en la institución, como todo lugar extraño, desconocido y enorme causa en la conciencia (más aun en esas edades y al ser empujados por los padres); la separación de la familia, que conducirá a la sustitución de la autoridad paternal por la del docente durante las horas de cautiverio; el uniforme igual y obligatorio para todos, que posibilitará la masificación del individuo para castrar su singular personalidad, y así dejar el campo "libre" a la uni-formación dictada por el maestro, etc., serán algunas de las condiciones y mecanismos siniestros que garantizarán el estado de sumisión y obediencia debida de los educandos hacia el educador.
El disciplinamiento de los cuerpos será alcanzado por constantes llamados de atención a la posición, al sentarse o en la fila, que reclamarán rigidez y quietud en el momento de la atención a la clase y durante el rezo a la bandera, o que reclamarán movilidad y agilidad en el deporte y en el juego. El objetivo aquí no es solo definir tal o cual actitud que debe asumir el cuerpo según la actividad demandada por la autoridad sino acostumbrar al pequeño a los drásticos cambios de las órdenes, como ejercicio de obediencia a los más variados decretos sin importar tanto de qué traten ("¡Quedate quieto!", "¡corre!", "¡no hablen!", "¡Pueden hablar!").
El sometimiento del cuerpo estará complementado con la correspondiente ideologización y moralización de las concienciasinfantiles. Azotar el campo de las ideas. Los conocimientos estarán cargados de imágenes y definiciones que connotan la naturalidad del régimen capitalista de explotación y la existencia eterna y necesaria de la autoridad. Por ejemplo, la exaltación religiosa de los valores patrios, próceres heroicos, símbolos, etc., será para crear una identidad nacionalista que no hará más que anular, en las conciencias, las contradicciones antagónicas que existen entre la clase del poder y las oprimidas, sustituyendo así esta enemistad por la enemistad entre los pueblos. Confundir el enemigo. El hecho de internalizar una visión socialmente determinada no tiene más fin que el de ser un medio generador de prácticas, de igual carácter, que reproducirá dicha sociedad y en este caso reproducirá el beneficio capitalista y la casta estatal.
La educación, al pretender ser objetiva e imparcial, no permite advertir las múltiples alternativas. De este modo, deja inerme a los individuos, facilitando su sometimiento a las presiones de maestros, políticos y líderes. Cuando los docentes imponen su criterio como patrón de homogeneidad, reprimen toda idea diversa, singular, que difiera de la de la autoridad, y aunque los tecnócratas defensores de la nueva reforma educativa argumenten que ésta última democratiza la enseñanza, sabemos bien que toda idea será tolerada por el poder mientras no sea un pensamiento subversivo que atente contra el orden existente.
Esta educación está sujeta a los dictados de la producción, a lo útil para el capitalismo, esterilizando la creatividad, anulando el deseo individual y subyugando al niño al micro-fascismo del aula.
Pero siempre estará ese chico "incorregible", que "no atiende a la maestra", que es el "desprolijo" y que más de una vez hará estallar de histeria al docente. Ese chico que continuamente no respetará el orden de la clase (la sociedad), y que tendrá que ser llevado de una oreja por el maestro (el policía) a la dirección (la comisaría), donde será debidamente sancionado, para regresar luego con la rebeldía apagada, dócil y sumiso como dios manda, siendo ya un hombre "hecho y derecho", no al aula, sino al trabajo tedioso de las largas jornadas, sin patalear y calladito la boca.
La educación encierra, coarta, lava los cerebros, obtura la creatividad, crea una manada inerte de animales domesticados al servicio del maestro y del padre, primero, y al servicio del patrón y del estado después. Introyectar la subordinación desde las primeras edades del individuo, formar una conciencia obediente, un objeto más que un sujeto, anestesiar la autonomía al máximo: esa es la tarea de la educación.
El poder necesita no solo de la policía para reproducir el status quo, sino también de aparatos de cohesión y coerción, para forjar súbditos, que no tengan como arma principal la violencia física o el castigo corporal, sino una trabajada, refinada y minuciosa forma de moldear individuos fieles al orden del capital, mucho más efectiva y duradera, ya que debe conseguir interiorizar la dominación hasta lograr el punto en que la personalidad se disuelva en la voluntad del dominador. Una de las instituciones que cumple esta tarea es la escuela que, estructurada jerárquicamente, moraliza e ideologiza a los niños con el solo fin de perpetuar las condiciones de desigualdad social garantizando la dominación y explotación del hombre sobre el hombre.
Los niños están condicionados y obligados a escuchar y obedecer al maestro. Una relación panóptica en el aula, que los maestros aprenden directamente en su formación como tales; una estructura arquitectónica imponente y carcelaria, el miedo del niño al ingresar en la institución, como todo lugar extraño, desconocido y enorme causa en la conciencia (más aun en esas edades y al ser empujados por los padres); la separación de la familia, que conducirá a la sustitución de la autoridad paternal por la del docente durante las horas de cautiverio; el uniforme igual y obligatorio para todos, que posibilitará la masificación del individuo para castrar su singular personalidad, y así dejar el campo "libre" a la uni-formación dictada por el maestro, etc., serán algunas de las condiciones y mecanismos siniestros que garantizarán el estado de sumisión y obediencia debida de los educandos hacia el educador.
El disciplinamiento de los cuerpos será alcanzado por constantes llamados de atención a la posición, al sentarse o en la fila, que reclamarán rigidez y quietud en el momento de la atención a la clase y durante el rezo a la bandera, o que reclamarán movilidad y agilidad en el deporte y en el juego. El objetivo aquí no es solo definir tal o cual actitud que debe asumir el cuerpo según la actividad demandada por la autoridad sino acostumbrar al pequeño a los drásticos cambios de las órdenes, como ejercicio de obediencia a los más variados decretos sin importar tanto de qué traten ("¡Quedate quieto!", "¡corre!", "¡no hablen!", "¡Pueden hablar!").
El sometimiento del cuerpo estará complementado con la correspondiente ideologización y moralización de las concienciasinfantiles. Azotar el campo de las ideas. Los conocimientos estarán cargados de imágenes y definiciones que connotan la naturalidad del régimen capitalista de explotación y la existencia eterna y necesaria de la autoridad. Por ejemplo, la exaltación religiosa de los valores patrios, próceres heroicos, símbolos, etc., será para crear una identidad nacionalista que no hará más que anular, en las conciencias, las contradicciones antagónicas que existen entre la clase del poder y las oprimidas, sustituyendo así esta enemistad por la enemistad entre los pueblos. Confundir el enemigo. El hecho de internalizar una visión socialmente determinada no tiene más fin que el de ser un medio generador de prácticas, de igual carácter, que reproducirá dicha sociedad y en este caso reproducirá el beneficio capitalista y la casta estatal.
La educación, al pretender ser objetiva e imparcial, no permite advertir las múltiples alternativas. De este modo, deja inerme a los individuos, facilitando su sometimiento a las presiones de maestros, políticos y líderes. Cuando los docentes imponen su criterio como patrón de homogeneidad, reprimen toda idea diversa, singular, que difiera de la de la autoridad, y aunque los tecnócratas defensores de la nueva reforma educativa argumenten que ésta última democratiza la enseñanza, sabemos bien que toda idea será tolerada por el poder mientras no sea un pensamiento subversivo que atente contra el orden existente.
Esta educación está sujeta a los dictados de la producción, a lo útil para el capitalismo, esterilizando la creatividad, anulando el deseo individual y subyugando al niño al micro-fascismo del aula.
Pero siempre estará ese chico "incorregible", que "no atiende a la maestra", que es el "desprolijo" y que más de una vez hará estallar de histeria al docente. Ese chico que continuamente no respetará el orden de la clase (la sociedad), y que tendrá que ser llevado de una oreja por el maestro (el policía) a la dirección (la comisaría), donde será debidamente sancionado, para regresar luego con la rebeldía apagada, dócil y sumiso como dios manda, siendo ya un hombre "hecho y derecho", no al aula, sino al trabajo tedioso de las largas jornadas, sin patalear y calladito la boca.